Schopenhauer y la retórica en la discusión (II) La importancia de las estratagemas

Retomando el planteamiento sobre Schopenhauer y su dialéctica erística, a la hora de plantear  lo esencial de toda discusión [1], Schopenhauer considera que, para refutar una tesis, hay que tener en cuenta dos modos y dos vías. Por lo que respecta a los modos, Schopenhauer destaca el ad rem– la tesis no concuerda con la naturaleza de las cosas ni con la verdad objetiva-  y ad hominem: la tesis no concuerda con el punto de vista del adversario- con la verdad subjetiva- que, para el autor alemán, no es más que una prueba relativa y que, por tanto, no nos acerca a la verdad objetiva.

Respecto a las vías de refutación de una tesis, Schopenhauer aborda dos tipos: la directa- ataca la tesis por sus principios, demostrando que no es verdadera- y la indirecta- ataca la tesis por sus consecuencias sosteniendo que no puede ser verdadera. La refutación directa puede abordarse desde  el nego majorem, mostrando que los principios de la afirmación son falsos, o desde el nego consequentian, atacando las consecuencias, es decir, mostrando que la afirmación no sigue los principios. Por otro lado, la refutación indirecta puede abordarse desde la apagoge, aceptando desde un primer momento la tesis pero ir demostrando su falsedad a medida que avanza la discusión, o desde la instancia, refutando la tesis a partir de afirmaciones de la discusión que no son ciertas, con lo que la tesis tampoco lo sería.

Las estratagemas propuestas por Schopenhauer evidencian la importancia que tiene la victoria en las discusiones según su idea de dialéctica erística. En ellas podemos ver que, a la hora de salir victoriosos de un debate, se ha de atender a varios factores, como el orden del discurso, las preferencias argumentativas (y en este sentido, la relación de los hablantes con los oyentes) así como la importancia que tiene para el autor alemán el elemento psicológico entre los participantes en la discusión.

Concretando estos factores, en las estratagemas propuestas por Schopenhauer prioriza un discurso limitado y reducido por parte del probable vencedor para, al mismo tiempo, exponer al contrario mediante la ampliación de las afirmaciones de este. En este sentido, la generalización argumental favorece la exposición y la inestabilidad argumental (Estratagema 1). Además, existen diversas estrategias que pueden resultar útiles para salir victorioso de una discusión, como preguntar de forma reiterativa al adversario (Estratagema 7) y de forma desordenada (Estratagema 9) para causar confusión al contrario, o incluso optar por estratagemas más descaradas como divagar el curso de la discusión si el que pretende ser vencedor está siendo en realidad derrotado (Estratagema 18).

Respecto a las preferencias argumentativas, Schopenhauer considera algunas estratagemas como adueñarse de los tropos (Estratagema 12) a la hora de establecer comparaciones que favorezcan la afirmación del vencedor. Con ello el autor alemán pretende exponer que, si de verdad se quiere salir victorioso de una discusión, uno debe “hacer suyo” los nombres y las referencias. Esta idea puede verse en las comparaciones de nombres que evidencian el sentido y el sesgo de los participantes en la discusión, como “devoción” y “superstición” o como “desajuste” y “bancarrota”. Como ya se ha comentado, la búsqueda de la verdad objetiva no es una prioridad en la dialéctica erística de Schopenhauer, y es por eso por lo que, si la deriva de la discusión lleva a ello, a los argumentos aparentes pueden seguirle contraargumentos aparentes (Estratagema 21), ya que mantener la ilusión en las argumentaciones puede llevar a la victoria. Esta ilusión puede ser reforzada si se emplea la categorización para refutar, es decir, no otorgar valor a las afirmaciones del contrario porque su posición es de sobra conocida porque pertenece a categorías como, por ejemplo, el “idealismo”, el “racionalismo o el “misticismo” (Estratagema 32).

Sin abandonar las preferencias argumentativas, sería importante destacar el punto de vista que tiene Schopenhauer para con los oyentes. Para el autor alemán, que el público no sea entendido en la materia a tratar puede ser un punto a favor, ya que puede plantearse el debate de tal modo que un ponente obligue al otro a contraargumentar desde argumentos complicados, “para entendidos”, que haga el discurso pesado y difícil de comprender para el público (Estratagema 28). Siguiendo con esta relación ponente-oyente, para el autor alemán es recomendable poblar el discurso de citas porque pueden dar legitimidad a los argumentos por el respeto que dan los citados y, consecuentemente, por el grado de dificultad que supone para el contrario rehacerse en la discusión. En esta línea, citar también puede ser una buena estrategia si el público no conoce a los autores citados, y todavía mejor si se cita falsamente [2] (Estratagema 30).

Respecto al elemento psicológico, Schopenhauer incide en unas estrategias claras de desestabilización del contrario tales como encolerizarle ya que, fuera de sus casillas, no puede juzgar (Estratagema 8) e incidir en ello, ya que si el contrincante se enfada en algún momento de la discusión el probable vencedor habrá encontrado el punto débil de su adversario (Estratagema 27); la recriminación de las contradicciones argumentales basadas en la poca semejanza con la línea de la secta o escuela de pensamiento del contrario (Estratagema 16) o aprovechar las pocas tablas o la timidez del contrario para proclamar una tesis aun cuando sus conclusiones no sean propicias para proclamarla (Estratagema 14). Schopenhauer da tanta importancia a las relaciones psicológicas entre los contrincantes que le lleva a plantear que, ante una previsible derrota, es interesante personalizar el debate, es decir, prescindir de la línea argumental para enfocar el discurso en la figura del contrario abandonando así el objeto de la discusión. Esta estrategia no puede conseguirse sin una postura grosera y ofensiva por parte del ponente que la aplique (Estratagema 29).

Para acabar, si para Schopenhauer es importante la línea argumental a seguir también lo es tener buenos oradores como contrincantes y que sean conocidos, ya que discutir con quien uno conoce tendrá la garantía de que en el debate no habrá cabida para cuestiones absurdas, así como discutir en igualdad de erudición e inteligencia beneficiará a ambas partes porque todos los puntos de vista serán entendidos y no habrá mala fe ni grosería en la discusión.

 

[1] (pp.32-34)

[2] Un ejemplo de esta estratagema es el citado por Schopenhauer (p.59) en Claude Adrien Helvétius, De l’esprit, II, cap. XVII, donde se cuenta la divertida anécdota de un cura francés que, para evitar que le pavimentasen la parte de la calle que estaba frente a su casa, citó un falso pasaje de la Biblia: paveant illi, ego non pavebo [que teman los demás, yo no temeré]. Ante este vigor bíblico, el responsable municipal atendió la demanda del cura.

BIBLIOGRAFÍA

Schopenhauer, Arthur, El arte de tener razón, Madrid:Alianza, 2010.

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